Ingeniería y Belleza Subterránea: El Renovado Inclinado de la Catedral de Sal de Zipaquirá
Ingeniería y Belleza Subterránea: El Renovado Inclinado de la Catedral de Sal de Zipaquirá
Bienvenidos a un viaje singular a través de la historia y la ingeniería en uno de los tesoros más preciados de Colombia: la Catedral de Sal de Zipaquirá. Este emblemático lugar no sólo es famoso por su belleza y significado religioso, sino también por las maravillas de ingeniería que permiten su acceso y disfrute.
La entrada a esta majestuosa catedral se realiza a través de un inclinado que combina historia, seguridad y tecnología. Con una longitud parcialmente cubierta por sal y material estéril, este inclinado fue objeto de una renovación trascendental bajo la dirección del ingeniero de minas Jorge Enrique Castelblanco, quien ha dejado una huella imborrable en este monumento nacional.
Los primeros 60 metros del inclinado están construidos en material esteril que requirió sostenimiento con arcos en acero, para evitar que el material de recubrimiento entre arcos cierre el inclinado se colocaron elementos en madera que en minería "rache" o forro, usualmente de pino, para proteger las paredes internas del túnel. Pero es en la estructura donde reside la verdadera genialidad: un total de 69 arcos de acero al carbono, diseñados para soportar las condiciones más exigentes, fueron importados directamente de Suiza. Estos arcos no son simples piezas de metal; contienen elementos como manganeso, níquel, sílice y litio, añadidos para mejorar sus características y resistencia.
Cada uno de estos arcos, separados entre sí por aproximadamente 80 centímetros, tiene una historia que contar. Originalmente, formaban parte del antiguo inclinado de 35 grados de la mina, diseñado para la ventilación principal. Con la conversión de la mina en catedral, fue necesario ajustar el inclinado a 7 grados para facilitar el ingreso y salida de visitantes, incluidos aquellos con movilidad reducida.
Además de su función estructural, el inclinado cumple una función crucial como conducto de aire fresco hacia diferentes sectores del complejo, garantizando así un ambiente seguro y confortable para todos los visitantes.
El mantenimiento de estos arcos es una tarea meticulosa. Requieren limpieza periódica para eliminar cualquier residuo que pueda adherirse. Una vez limpios, se cubren con una mezcla de pintura anticorrosiva y se finaliza con una capa de pintura epóxica, asegurando su durabilidad y resistencia a lo largo del tiempo.
Desde su instalación en 1977, los seguimientos estructurales han indicado que el comportamiento de estos arcos es óptimo y que el factor de seguridad sigue siendo excepcionalmente alto, un testamento a la calidad del diseño y los materiales utilizados.
Visitar la Catedral de Sal de Zipaquirá es sumergirse en un mundo donde la historia, la religión y la ingeniería se encuentran. Gracias a la visión y la dedicación de expertos como Jorge Enrique Castelblanco, los visitantes pueden experimentar una maravilla arquitectónica en total seguridad y comodidad, mientras se maravillan ante la fusión de la naturaleza y la tecnología humana.